lunes, 30 de julio de 2007

Irak Campeón


Que el fútbol es pasión, es sentimiento, como dice el título de este blog, es una verdad irrefutable. Si se necesitase algún ejemplo de ello, ver lo sucedido con Irak este domingo 29 hace innecesarias mayores explicaciones.

País castigado por la violencia, el dolor, el caos y la irracionalidad sin fin. En donde la muerte es tan cotidiana como el pan nuestro de cada día y donde todos los días madres destrozadas sepultan los restos de sus hijos muertos absurda e inutilemente en una espiral de locura y deshumanización, que se ha vuelto tan común que corre el riesgo de insensibilizarnos de tal forma que nos parezca algo normal, habitual en las noticias de cada mañana.

País...futbolero. Como cualquiera de Sudamérica, como cualquiera de Europa. La pasión por el fútbol no sabe de terrores, no sabe de divisiones, no sabe de la estupidez del hombre obstinado en destruirse y destruir el mundo que Dios nos regalo para vivir. La pasión por el fútbol en Irak es un bálsamo en medio de un cuerpo destrozado por las heridas y mutilaciones que parecen nunca acabar.

Un equipo humilde pero ordenadito, guiado -cuando no- por un brasilero. Un equipo que dejo de lado las rivalidades entre shiitas, kurdos, sunitas y cualquier otra distinción, y en donde el brasilero, cual San Martín de Porres juntando perro, pericote y gato, logro unidad, forjada por el trabajo, forjada por la pasión, y fortalecida por ese lugar común que tristemente también une a todos los jugadores del equipo: de una forma u otra, todos ellos han perdido familia y seres queridos en la barbarie que vive su país.

Ayer el bálsamo supo a gloria. Y ese equipo humildito y laborioso ganó la Copa Asia por primera vez en su historia. El llanto alegre y la locura de una felicidad contenida se traslado a las calles del país y aún en los asentamientos de los refugiados que han debido huir del mismo. Y los iraquíes festejaron como hacía tanto tiempo no festejaban. Y se unieron en abrazos interminables sin importar por un momento si el del costado era soldado, si era de la misma religión o del mismo sector. Sólo se abrazaron y festejaron. Sonrieron y lloraron. Porque en medio de la alegría, no hay posibilidad alguna de olvidar a los que ya no están. A esos niños y jóvenes que también hubieran festejado con locura interminable.

Una pasión, un sentimiento que ayuda a conseguir estos breves paréntesis de felicidad aún en la peor de las circunstancias. Lamentablemente mañana volverán las bombas, los atentados, el odio incontrolable contra el propio hermano. La muerte, la destrucción. Sólo el propio hombre, responsables de su presente, artífice de su futuro, sabrá cuando acabará.

Que no daría uno porque esa alegría y esa paz pudiera alargarse más allá de los noventa minutos que dura un partido de fútbol. ¡Que distinto fuera todo!... Pero que va... al menos fue un comienzo, quizás un oasis en medio del desierto, pero también una posibilidad que muestra que cuando se quiere se puede...abrazar al hermano, sonreir con el extraño, compartir sin desconfianza...finalmente, vivir en paz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen comentario Pedro. Que el fútbol haya logrado unir a quienes se odian durante el resto de la semana es el mejor ejemplo de que el odio es prefabricado y usufructuado por los conocidos de siempre.

Andrés