El 24 de mayo de 1964 un partido de fútbol celebrado en el Estadio Nacional de Lima entre Perú y Argentina, eliminatorio para los Juegos Olímpicos de Tokio, terminó convirtiéndose en la tragedia que más víctimas ha cobrado en un evento futbolístico –aproximadamente 320 personas y más de 500 heridos, según cifras oficiales que aún hoy son cuestionadas-. El día sábado se cumplieron 50 años de aquella dolorosa página del fútbol, que olvidada entre Champions y el paso del tiempo, pasó casi desapercibida a nivel mundial.
Poco queda para agregar a todo lo que en algún momento se ha escrito de la tragedia del Estadio Nacional. Sin embargo, tuve la oportunidad de conocer el relato de uno de los cuarenta y siete mil espectadores que ese día llenaban el coloso del José Díaz. Lo he escuchado muchas veces, y ayer que volví a pedírselo, me lo contó una vez más. En todo este tiempo su relato no ha variado, y es simplemente eso, apenas el testimonio de un apasionado del fútbol que sin querer fue testigo de una tragedia que sumió en luto al país. Aquí comparto, en sus palabras, lo que vivió mi padre hace 50 años.
“Faltaba muy poco para que termine el partido y estábamos perdiendo 1-0. Si empatábamos crecía la posibilidad de ir a la Olimpiada. En ese momento hay un gol de Kilo (Lobatón). Efectivamente, Kilo levanta un poco la pierna para ganar al back argentino y pudo verse como si fuera una plancha, pero no era una plancha realmente. Los argentinos reclamaron y el árbitro lo anuló. Allí comenzó todo. La gente estaba muy molesta. Entonces apareció este muchacho “Bomba” y ahí fue terrible. “Bomba”salió entre (la tribuna) oriente y sur y lo primero que hizo fue corretear al árbitro con evidente intención de agredirlo. Y creo que luego lo siguió otro muchacho. Los policías que rodeaban al árbitro lo agarraron de las piernas y de los brazos, se lo llevaron pegándole, y ahí se terminó de enardecer la gente, ya bastante incómoda con que se estaba perdiendo y habían anulado un gol que pareció legítimo. En la tribuna norte estaban tirándose la malla abajo para meterse a la cancha, comenzaron a tirar ladrillos, comenzaron a tirar de todo. Fue terrible cuando comenzó todo el laberinto.
En aquella época me gustaba ir a occidente. Solía ir solo, aunque justo aquel día fuimos con unos amigos del banco en el que trabajaba. En occidente salimos tranquilos, si se puede decir así al hecho que salimos caminando, solamente con los problemas que te generan en la vista los gases lacrimógenos, que se sentían no obstante que estábamos lejos de donde tiraron la mayor cantidad de bombas. Al salir no teníamos ni idea de lo que estaba pasando en norte. Nosotros nos fuimos hacia sur, caminando por atrás, por la calle José Díaz, hacia donde antes se comían anticuchos, por ahí. Cuando estábamos pasando por la playa de estacionamiento a la altura de la tribuna sur, vimos los ómnibus que algunos habían incendiado, mientras que otros tiraban dos, tres perros policías dentro de ellos. Yo creía que eso era lo más grave que estaba pasando, y eso era lo que comentaba la gente que salía con nosotros, ignorantes todos que hacia el otro lado estaba muriendo muchísima gente. Cuando empezaron a sonar las balas más cerca, nos fuimosvolando a casa.
Cuando llegué, por la televisión estaban pasando toda la información sobre el problema. Decían “se han ubicado cinco muertos” y a nosotros nos parecía una barbaridad cinco muertos. Una barbaridad. De repente, en media hora, ya hablaban de veinticinco, y a la hora, ya eran cincuenta, cien y seguía creciendo el número de muertos. Es decir… fue una desgracia. En la noche ya era terrible todo lo que estabapasando. Terrible, terrible fue, ese día y los siguientes. Todo lo que se sabía, todo lo que se contaba. Recuerdo que me puso mal cuando me contaron que en los baños de la tribuna norte, algunos padres desesperados rompían las ventanas que daban a la calle para lanzar a sus hijos pequeños porque se estaban asfixiando con los gases. Es que los gases lacrimógenos se extendían por todo el estadio. Donde más tiraron fue en norte, que fue donde murió la gente aplastada contra las puertas cerradas. En norte tiraron las bombas a la tribuna misma, repleta de gente. Una barbaridad. Si a la distancia lo sentías, imagínate la bomba cayendo a tus pies, te tenías que ahogar, debió ser desesperante.
Muy terrible, muy muy bravo fue. Dieron de baja al comandante que dio la orden, a los policías que lanzaron las bombas. La mayor cantidad de muertos en un estadio de fútbol. Terrible. Ojalá que nunca suceda una cosa así en ningún sitio otra vez.”